Recuerdo muy bien aquella
tarde cuando Felipe me llamó a Mérida desde Salta, al
norte de Argentina y me dijo: “tienes listas las
maletas?......”. Yo no lo podía creer. El venezolano
había ganado el Concurso Internacional para ostentar al
cargo de Director Titular de la recién creada Orquesta
Sinfónica de la Provincia de Salta, sobre otros siete
finalistas provenientes de Israel, Chile, Rusia y la
propia Argentina.
Corría el año 2000, y por
esas casualidades de la vida, las bases del concurso
habían llegado a la Orquesta de Mérida a través de
Internet y una de las chicas de la orquesta se las había
entregado a Felipe. A primera vista lucía como un
proyecto bastante interesante en la manera como estaba
concebido, ya que primero se iba a seleccionar al
Director Titular mediante un jurado especialmente
conformado para la ocasión, y luego el director se
encargaría de la selección de los músicos, también
mediante concurso internacional.
Felipe llegó a casa con
la información del concurso y me preguntó que me
parecía. El proyecto se veía serio, así que lo animé
para que enviara sus credenciales. Total, no había nada
que perder. La situación política del país era ya
bastante preocupante y yo me había quedado sin trabajo.
Unos meses atrás yo era la Presidenta del Instituto de
Acción Cultural del estado Mérida, y un poco más tarde
estaba desempleada con dos títulos universitarios y una
Maestría a cuestas.
El IDAC era un modelo
autónomo de gestión cultural a nivel nacional, al punto
que varios estados estaban en el proceso de copiárselo;
pero al entrar las nuevas autoridades de gobierno, lo
primero que hicieron fue pedirle a todos los
funcionarios que pusieran sus cargos a disposición y fue
así como de la noche a la mañana me quedé sin trabajo,
con el agravante que todas las puertas en Mérida se
cerraban a mi paso porque me asociaban con el gobierno
anterior, así que las posibilidades de conseguir un
empleo se hacían cada vez más remotas. Por supuesto,
esta pequeña puerta que se abría para nosotros en un
sitio tan lejano, pero a la vez tan familiar, por ser la
tierra de la Tonada del Viejo Amor, de la zamba
Balderrama y el Sapo Cancionero, de nuestros siempre
admirados Fronterizos, Eduardo Falú, Los Charchaleros,
el Cuchi Leguizamón y tantos otros artistazos; era como
una luz de esperanza en medio de tantos sinsabores e
incertidumbre política y económica.
Felipe actualizó su
curriculum, escribió el proyecto, y completó todas las
demás formalidades que requería la convocatoria al
concurso. Pero los papeles reposaron por semanas en el
apartamento, hasta que ya próximo a cerrarse la fecha me
preguntó que debía hacer al respecto. El estaba
reticente porque siempre ha pensado que en este tipo de
concursos no se puede demostrar la capacidad profesional
que se tiene, además que la suerte y el azar juegan
papeles importantes. Pero lo animé y le dije que la
única manera de saber si podría haber tenido algún
chance era precisamente enviando los papeles. Así que
casi al vencimiento de la fecha, un paquete con todos
los requisitos exigidos salió por correo expreso rumbo a
Salta Capital, en la provincia argentina del mismo
nombre.
Pasaron varias semanas,
hasta que un día sorpresivamente Felipe recibió una
llamada donde le notificaban que había quedado entre los
ocho finalistas y que debía presentarse en persona para
las pruebas finales. Estas incluían dirigir -por sorteo-
varias de las obras seleccionadas. En esta oportunidad
lo harían con la Orquesta Sinfónica de Tucumán, que la
habían llevado a Salta especialmente para la ocasión.
Además había que hacerle un arreglo orquestal a una obra
folclórica argentina, tener una entrevista con el jurado
y someterse a un examen psiquiátrico. Yo me reía con
este último requisito y le decía que yo creía que en
esta prueba era donde seguramente lo iban a aplazar.
Pero a pesar de haber
quedado seleccionado entre los finalistas, Felipe
esgrimía cualquier cantidad de razones y no se decidía a
presentarse al concurso. Decía que eso era una pérdida
de dinero, que seguramente iban a seleccionar a un
argentino, que a lo mejor eso ya estaba arreglado, etc.,
etc. Por otro lado, en ese entonces nadábamos en deudas
y no teníamos plata para costear el pasaje y muchos
menos los gastos. Pero yo insistía en que debía ir y fue
entonces cuando tomé la decisión y contacté a unos
entrañables amigos que viven en Valencia. Les conté la
disyuntiva en que estábamos y les pregunté con toda la
confianza que nos unía si nos podían prestar mil
dólares, ya que el pasaje lo podíamos sacar con la
tarjeta de crédito. Total, que era una raya más pa’ un
tigre.... Mis maravillosos amigos dijeron sin titubear
que con muchísimo gusto nos ayudaban, y fue así como
comenzó una de las etapas más trascendentales de
nuestras vidas.
Pero el asunto estaba un
poco complicado porque nuestros amigos vivían en
Valencia, Estado Carabobo y nosotros estábamos en
Mérida, y para colmo los dólares los tenían en efectivo.
Coordinamos entonces para que nos enviaran el dinero con
una amiga aeromoza, a través de la línea aérea que hacía
el trayecto Valencia-Mérida. Con el riesgo que ello
suponía, los dólares -todos en billetes de cien- fueron
colocados dentro de un libro, que luego fue entregado a
nosotros por la aeromoza en el aeropuerto de Mérida.
Una vez pagado el boleto
aéreo con nuestra ya abultada tarjeta de crédito, y con
mil dólares justos para pagar todos los gastos, partió
Felipe para Salta a la audición que lo llevaría más
tarde a ostentar el cargo de Director Titular de la
Orquesta Sinfónica de la Provincia de Salta, considerada
la primera orquesta del nuevo Milenio Latinoamericano.
Hoy la Provincia de Salta tiene el orgullo de tener
“La mejor orquesta del año 2004”, con apenas cuatro
años de fundada, según se desprende de la votación
llevada a cabo en Mayo de 2005 por la Federación de
Críticos de la República Argentina.
Cuando miro hacia atrás,
cada vez me convenzo mejor que fue la decisión más
acertada.
Norma Isabel Pinto
Salta Capital, Provincia
de Salta
República Argentina |