wpe2.jpg (15285 bytes)Gordon Graham, The Internet: A Philosophical Inquiry

London and New York: Routledge, 1999. 174pp.

Mariusa Reyes Vásquez. London School of Economics and Political Science

Pocas personas en el mundo -quizá sólo aquellas que aún no tienen acceso a esta tecnología- ponen en duda el hecho de que el Internet se ha convertido en un elemento importante en nuestras vidas diarias. Ha cambiado la forma como nos relacionamos con el mundo, como accedemos a la información y como nos comunicamos entre sí. Nos ha puesto a pensar y a vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea de una manera diferente.

En las primeras etapas de su desarrollo, el Internet cautivó nuestra atención por lo novedoso de la tecnología que lo hizo posible y por las múltiples funciones que nos permitía llevar a cabo. El contenido de la literatura disponible entonces sobre el Internet, se concentraba en ofrecer a los lectores información precisa sobre cómo utilizar la red y cómo sacarle el mejor provecho a sus variadas funciones.

Como era de esperarse, académicos e investigadores en el área de las ciencias sociales, han comenzado a reflexionar sobre el impacto y las implicaciones que tiene el Internet en el mundo de hoy. En su libro, Gordón Graham, invita al lector a acompañarlo en un viaje que él llama de “exploración filosófica” del Internet, en el que intenta darle respuesta a las numerosas interrogantes que surgen en torno de este recurso tecnológico.

Una de las preguntas centrales que Graham se plantea tiene que ver con la naturaleza misma del Internet como herramienta de avance tecnológico. ¿Es realmente una nueva tecnología, o es sencillamente una novedad, la continuación lógica del desarrollo de otros instrumentos de información y comunicación? En una primera aproximación a esta pregunta, el autor señala que uno de los prerrequisitos para evaluar el carácter innovador de cualquier tecnología, consiste en determinar si ésta trae consigo una transformación radical del actual status-quo. Si esto es así, entonces la interrogante que sigue es hasta qué punto este cambio es positivo o negativo y si debemos cuestionarlo o acogerlo sin mayores críticas.

De acuerdo con Graham, aquellos que se oponen visceralmente al uso de las computadoras y el Internet, arguyen por ejemplo que éstas son tecnologías que amenazan constantemente el hábito de la lectura (hay que recordar que este mismo argumento fue esgrimido por quienes en su momento advirtieron sobre los peligros de la televisión y la radio), que las mismas contribuirán a la casi total eliminación de la comunicación personal y que, como consecuencia, la sociedad terminará por aislarse y alienarse cada vez más.

En su libro, Graham también plantea la posición de quienes creen en el Internet y lo califican como una “tecnología transformadora” (p.18). Su argumento principal es que el Internet es un instrumento poderoso no sólo en el actual mundo del entretenimiento, sino también para el futuro de la educación y de manera más significativa, para la vida social y política de la sociedad contemporánea.

Al ahondar en el ‘poder transformador’ del Internet, Graham recurre a varias comparaciones con desarrollos tecnológicos pasados que estimulan la curiosidad del lector. Así menciona dos ejemplos: la invención de la rueda y del abrelatas eléctrico.

Graham describe el primero de los casos como “uno de los pasos más significativos en la historia de la tecnología, un paso con consecuencias inimaginables ni tan siquiera para aquellos que la utilizaron por primera vez” (p.25). En el segundo ejemplo, aun cuando Graham no niega la utilidad del abrelatas eléctrico, lo cierto es que no lo considera un candidato plausible para ser catalogado como una gran innovación tecnológica (p.27).

En este estudio sobre las implicaciones del Internet que hace Gordón Graham, un tema recurrente tiene que ver con su potencial transformador. No hay duda que el elemento interactivo del Internet abre nuevas y enormes posibilidades a los ciudadanos para ejercer “una influencia sin precedentes” en los episodios sociales y políticos que dan forma a su entorno.

El libro de Graham plantea un desafío para aquellos interesados en el debate sobre las bondades democráticas del Internet. En este punto, el autor se refiere concretamente a dos de sus más importantes elementos: el correo electrónico y los sitios web, a los que describe como “instrumentos poderosamente democráticos” (p.62). Graham no pasa por alto el hecho de que los ‘tecnófilos’-como él llama a quienes se muestran totalmente a favor de las nuevas tecnologías- pueden llegar a ser demasiado optimistas sobre sus potenciales beneficios. Estas nuevas formas de comunicación requieren el acceso a la tecnología de las computadoras y habilidades básicas como leer y escribir, que no todos los habitantes de este plantea poseen. Sin embargo, el propio Graham es optimista y arguye que al igual que ocurrió con la radio portátil y con la televisión (aparatos que hoy en día se encuentran hasta en los lugares más remotos y aislados del mundo), lo mismo ocurrirá con las computadoras y, por ende, con el acceso masivo al Internet (p.70).

Al considerar el amplio radio de acción del Internet, Graham plantea otra importante interrogante acerca de su naturaleza un tanto anárquica. El Internet, en sus usos y su exploración es totalmente indiferente a los límites internacionales, a las fronteras entre los países y como tal, tiene el potencial de ser “políticamente subversivo” y fuera del control absoluto de estados y gobiernos. También es populista, porque puede ser utilizado por diferentes grupos con variados intereses, sin que haya un sistema viable de censura a través del cual regular la información que difunde y que puede ser considerada como inmoral o indecente, por ejemplo, la pornografía.

Finalmente, Graham concluye que “el Internet continuará trayendo nuevos beneficios, intereses y posibilidades” y que la magnitud y la velocidad con las que se está desarrollando, serán a su vez, algo ventajoso y preocupante.

Quizá entonces, hagamos bien en mantenernos alerta revisando de tanto en tanto, nuestra relación con el Internet, para sacarle provecho a sus virtudes y no a sus errores.